¿Existe algo más porteño que pasar horas en un café? Buenos Aires tiene esa tradición cafetera que viene de los inmigrantes europeos y que se transformó en parte del ADN capitalino. Hay cafés que funcionan desde hace más de 100 años, donde se escribieron tangos famosos y se armaron tertulias políticas que cambiaron el rumbo del país.
Café Tortoni: el más famoso y con razón

En la Avenida de Mayo 825 funciona desde 1858 el café más conocido de la ciudad. El Tortoni no es solo un lugar para tomar algo -aunque el cortado y las tostadas están impresionantes- sino un pedacito de historia argentina que sigue vivo.
Los fines de semana realizan espectáculos de tango en el sótano, manteniendo esa tradición que arrancó en los años 20. Los turistas que llegan desde distintas provincias con micros a Buenos Aires suelen hacer cola para entrar, pero vale cada minuto de espera.
Las paredes están llenas de fotos de personalidades que pasaron por acá: Carlos Gardel, Julio Cortázar, Federico García Lorca. El billar del fondo conserva las mismas mesas de principios del siglo XX.
Café La Biela: aristocracia en Recoleta

Frente al cementerio de Recoleta, se encuentra el tradicional bar La Biela que se convirtió en un emblema del barrio porteño. Las instalaciones de este café son uno de los lugares más fotografiados de Buenos Aires.
Su curioso nombre se debe a un inconveniente con uno de los clientes más fierreros, la biela de su auto se rompió en la esquina de este bar. A partir de este suceso, personalidades como Juan Manuel Fangio, Froilán González, Charlie Menditeguy, entre otros, bautizaron “La Biela Fundida” al lugar.
Las Violetas: flores y nostalgia en Almagro

En la esquina de Rivadavia y Medrano, Las Violetas abrió en 1884 como confitería y conserva su decoración art nouveau original. Los vitrales con motivos florales, los espejos biselados y las lámparas de bronce crean un ambiente único en la ciudad.
La repostería artesanal mantiene recetas centenarias: las masas finas y los bizcochuelos se hacen igual que en 1884. Tener la oportunidad de visitar Las Violetas es como viajar en el tiempo. Los domingos por la tarde suele llenarse de familias que vienen después del almuerzo, siguiendo tradiciones que pasan de padres a hijos.

Café de los Angelitos: tango y bohemia en Barracas
Este café ubicado en la calle Rivadavia al 2100, aún conserva la decoración de los años 30. La madera oscura, los cristales, bronces y mosaicos calcáreos le otorgan su clara y tradicional personalidad.
Durante las décadas del 40 y 50, este café fue punto de encuentro de músicos, escritores y artistas bohemios. Las paredes están cubiertas de fotos de tangos famosos y afiches de espectáculos que se hicieron acá mismo.
Todavía organizan noches de tango los fines de semana. La pista de baile del fondo -donde Gardel ensayaba sus pasos- sigue recibiendo parejas que mantienen viva la tradición del dos por cuatro.
Café Margot: tradición familiar en Boedo

En Boedo 857, el Café Margot funciona desde 1904 manteniendo ese espíritu de café de barrio que se está perdiendo en otras zonas. La familia Margot sigue al frente del negocio después de cinco generaciones. Los regulares tienen su mesa asignada -aunque no esté escrito en ningún lado- y los mozos conocen qué toma cada uno sin preguntar.
Los churros con dulce de leche se hacen con la misma receta de 1904. Los domingos se llena de familias del barrio que vienen después de misa, manteniendo esa tradición porteña de pasar la tarde en el café mientras los chicos juegan entre las mesas.
Café La Poesía: letras y bohemia en San Telmo

En la calle Chile al 502, La Poesía mantiene vivo el espíritu literario de San Telmo desde 1982. El ambiente de las mesas de madera gastada, los estantes llenos de libros y las paredes tapizadas de poemas permite crear un espacio para leer o escribir.
Todos los martes hacen recitales de poesía donde participan escritores conocidos y también gente que se anima por primera vez a leer sus textos. La clientela mezcla vecinos del barrio, estudiantes y turistas que buscan ese Buenos Aires más auténtico.
Sin dudas, los cafés porteños funcionan como verdaderos centros culturales donde todavía se puede pasar una tarde entera con un cortado y el diario. Cada uno conserva su personalidad y sus historias, manteniendo viva esa tradición que hace de Buenos Aires una ciudad única en el mundo.